PERO QUÉ ME ESTÁS CONTANDO !!!!

Mi cielo es un lugar blanco, grande y amplio. Con salas diáfanas que se comunican y en las que se entremezcla y "vive" mi gente.

Mi cielo está diseñado por mi, es en el que creo, en el que me gustaría que estuvieran los míos y al que me gustaría ir. En él los sitúo y a él me dirijo. Un mundo pequeño dentro de un gran cielo en el que caben miles de cielos pequeños, uno por familia. En el que la gente va de un sitio a otro confiadamente, conviviendo en armonía y cruzándose gratamente unos con otros.

 
Un cielo "vigilado" por quien lo creó, en el que El también descansa de las tareas diarias y afablemente contempla a quien ocupa Su Casa. Esa Casa que nunca se llena y que acoge a todos los que llegan preguntando por El.

 

En mi cielo, que es como una gran casa de altos techos, hay salas con diferentes actividades.

En una están los abuelos de casa, todos: El abuelo Ángel, siempre risueño y caballero, la abuela Antonia oliendo a violetas, la abuela Lucía con el plato de "nevaditos" que sacaba siempre que la ibas a ver, las abuelas Natalia y Julia con sus respectivos y eternos moñetes, mujeres luchadoras y dulces a la vez. Bulito Félix, que sigue haciendo chapuzas en las casas/salas de la familia de Asturias y come “uñinos” a escondidas de bulita Ernestina, que sigue siendo chinchona y continua amenazándole con las pastillas para la tensión cuando le ve comer. Siguen peleando como siempre para regocijo de todos los que los ven. Bulito sigue siendo admirado y querido por todos y a la abuela le sigue gustando ser coqueta, parlotear con sus hermanas y discutir con la Peque.

En la sala de al lado, mi padre canta asturianadas con José Ramón y Rubén, mientras les observan los penetrantes y vivos ojos azules del tío Ramón de la Cuesta y las tías Sofía, Lucía y Pilar preparan la percebada, empanada de dulce y arroz con leche como para 20 ejércitos.

Nino y Esther se ríen y jalean y dicen que hay "fame abondo" y que no se olviden de hacer el café de puchero. Vitoria y Carmina pelan arbeyos para acompañar al arroz con pito de la cena mientras hablan entre ellas de cómo el abuelo Pepe y la abuela Cándida les permitían ir a los bailes a que las cortejaran, como se decía entonces.

El tío Ramón, con su permanente boina y una mirada húmeda de quien después de mucho tiempo ha vuelto a ver, los mira divertido mientras la tía Pepa, Pacho, Aurora, Tino y el resto de tíos mayores ríen al ver a "esta juventud" que escancia sidra y canturrea creyéndose los tres tenores. El tío Gregorio, siempre animoso,  pregunta si va a haber baile luego y tío Rogelio pide, entre palabrotas, que alguien traiga más coñac. Todos ríen y esperan a que se les una Carlos, el hermano cubano que ahora está pasando unos días con la familia de allá.

La vida cotidiana es pacífica en mi cielo. Mi padre, de vez en cuando, va a un mitin de Fraga y ambos recuerdan la época en la que fue ministro y se sientan a arreglar este país porque los dos "tienen la solución a todos los problemas".

Mi madre cuida amorosa a mi gatillo Calcetines, duerme con él y le acaricia. La tía Irene le compra chuletitas de cordero y ambas le dan de comer mimándole sin reparos y riéndose con sus travesuras. Mamá sigue cosiendo maravillosamente y la tía haciendo punto y jerseys de colores.

Mi Peque vigila que no falte nada, que todo esté en su sitio, que no haya repisa que no conozca a fondo el plumero, persistente e inquieta siempre. Cómo echo de menos los abrazos que nos dábamos y que a medida que yo iba creciendo iba haciendo cada vez más apretados hasta llegar a estrujarte como si así pudiera transmitirte mejor todo lo que te quiero. Nadie ha vuelto a arroparme, Peque. Tampoco he vuelto a regañar con nadie porque me ordenara a su modo los cajones.

Y en una sala un poco más alejada pero bien comunicada igual, papá Luigi y mamma Carola reciben en Navidad a mi madre que les va a ver y les lleva el “Pan de Cádiz” que tanto gusta a papá. No se entienden mucho entre ellos, pero se miran con cariño y se profesan sincero afecto.

Hay meriendas con amigos, reuniones con antiguos compañeros y bienvenidas cuando alguien aparece en la puerta siendo parte ya inequívoca del grupo.

 

Y ya no hay enfermedades, ni limitaciones, ni mal ni dolor que afecte a la cabeza, a los recuerdos, a los ojos, a los huesos... Ni nada tampoco que afecte al alma.

 

Mi último escrito del año tenía que ir dedicado a todos vosotros, que un año más no estáis, pero seguís.

Estas palabras son vuestras, todos habéis contribuido a que pueda plasmarlas.

Mañana empieza un año nuevo, vosotros seguiréis allí por mucho tiempo. Esperándonos.... Esperándome para acogerme y protegerme cuando llegue para que no tenga miedo.

Quiero que tengáis la seguridad de que os recuerdo y añoro. Y lo hago recordando vuestros lados más amables y queridos. Os guardo jóvenes, sanos, alegres y tranquilos en un cielo con una luz blanca y cálida. Y os siento a gusto allí. Felices. Y eso me da calma y confianza a mí también.

  

Éste es el cielo, mi cielo.

Iluminado por la sonrisa de Dios cuando mira a mi familia.

 

Sinceramente,
nakere

Comentarios

16.04 | 20:31

Totalmente de acuerdo,con el islam no tienen huevos a meterse,no es que lo respeten

05.04 | 20:33

Aquí estamos...dispuesto a a seguir entendiendo

19.12 | 13:19

¡Claro que sí! cuenta con nosotros

09.03 | 11:42

Tu prosa y tu estilo ponen belleza hasta en la muerte.