Qué tiempos estos de tolerancia, de derroche de gestos democráticos, de ruegos de unificación, de dulcificar disparidades…
Y también qué
tiempos estos en los que el respeto se muestra hacia unos pero no hacia todos en algo tan personal como la religión. Para ser más exactos hacia la religión católica. Será que como no hay ni peligro ni miedo, hay vía
libre para la falta de consideración.
Lo dice una católica poco practicante pero ejerciente que tiene que dar explicaciones de por qué guardar vigilia o por
qué santiguarse al salir de casa. Hay tradiciones familiares que incluso superan al ejercicio de la religión, que gusta respetar y seguir como recuerdo, homenaje e incluso nostalgia. Pero de las que parece también que hay que dar
cuenta, aguantar burlas y que te miren como a un ser desubicado de su época.
Todos los años la misma cantinela con la vigilia y las mismas mofas. Curiosamente la mayoría
de ellas provienen de quienes presumen de progresía, mentes abiertas y tolerantes y que proclaman la libertad para todo el mundo. O para casi todo el mundo.
No he visto que estos individuos hagan los mismos comentarios
sobre el Ramadán o sobre las costumbres de los evangélicos. No sé si es que estos rezos les parecen más respetables que los católicos o – lo que me viene a la cabeza y a la boca – es que “no hay huevos”
para hacerlo.
Hay críticas que son terreno peligroso de pisar.
Las caricaturas que tanto costaron a Charlie Hebdo no tienen afortunadamente el mismo precio que las descarnadas burlas
a la Semana Santa con sus bufonadas sobre las procesiones del Gran Wyoming en su programa de televisión. Tampoco parece tener importancia la falta de respeto a miles de personas que en esas fechas van con fervor a esas procesiones y que participan en
oficios religiosos. Eso sí, afear la conducta de este individuo es pecar de poco democrático. Curiosa la unidireccionalidad de la democracia cuando se tocan estos temas.
Menos
mal que alguien impuso respeto a golpe de multa a una progresista de éstas que lo dan todo por España cuando protestó en una capilla universitaria y faltó a un decoro mínimo exigible en cualquier local, sea sagrado o no.
Y también corrió la tinta crítica en esta ocasión.
¿Y qué hacemos los católicos? Nada. En mi caso no es caridad cristiana, -confeso
mea culpa-, es profundo desprecio ante seres que no son capaces de mantener los principios que pregonan ni ante sí mismos.
Es muy fácil mofarse de quien enciende una vela, muy fácil y de nulas consecuencias.
Bueno, alguna consecuencia sí. Al menos para mí. Me hace pecar de soberbia y orgullo por respetar y tolerar a quienes sin hacer daño alguno a nada ni a nadie, siguen
su religión y sus convencimientos.
Pero como ya dije al principio, soy poco practicante y también peco de inmisericorde.
Confieso humildemente.
Sinceramente, nákere.